Mikel Arriola (de camisa blanca, sin saco), durante una visita al estadio Corregidora de Querétaro, donde prometió «sanciones ejemplares para los responsables de la violencia» del sábado 5 de marzo. Foto: Mikel Arriola / Facebook

Mikel Arriola Peñalosa tiene encima el mayor proyecto de su carrera profesional. La manera en que lo resuelva impactará las relaciones y las interacciones de las multitudes congregadas por el futbol profesional en México y, lo que es peor, sus resultados pueden dar pie a la exportación del modelo a otras interacciones sociales. Tengan por seguro que, considerando el historial discursivo de Arriola, sus propuestas de solución no serán las más apegadas a la protección de los derechos humanos y comenzaremos con una invasión a la privacidad y al derecho de protección de datos personales.

Los hechos de violencia extrema registrados durante el partido entre Gallos de Querétaro y Atlas de Guadalajara, el sábado 5 de marzo de 2022, serán la justificación de un enorme experimento social de vigilancia y control en el futbol que incorporará dispositivos tecnológicos de videovigilancia, reconocimiento facial e inteligencia artificial. 

Todo, con el consentimiento de una audiencia que quiere ver sangre. No basta con la que vimos el sábado, lo que sigue son las represalias de un Estado que ha perdido el control y que hará todo por hacer notar que algo le queda. 

Las declaraciones del gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri González, lo dejan claro: “Esto no va a quedar impune. Me quiero dirigir a ti, criminal. No me importa dónde estés ni dónde te estés escondiendo, voy a dar contigo. Lastimaste y ofendiste a las familias queretanas y de todo el país. Lastimaste a visitantes cuando somos un ejemplo de hospitalidad”.

Como sociedad nos duele la violencia extrema del estadio La Corregidora de Querétaro porque los estadios se suponían todavía lugares “neutrales” en nuestra historia reciente de violencia y crueldad. Una neutralidad que de repente se rompía, pero que seguía siendo un espacio de encuentro familiar. Nos identificamos con las víctimas y las familias aterrorizadas porque “son como nosotros”, a diferencia de las víctimas de otras violencias de crueldad extrema, como las del fusilamiento de San José de Gracia o las recurrentes masacres de migrantes. Estas víctimas no son como nosotros: viven en barrios depauperados, en comunidades periféricas, son extranjeros del Sur.

Por eso la violencia del sábado permitirá los excesos punitivistas y de disciplinamiento institucional, llámese de un Estado o de la corporación privada. Ejemplos existen, como el que se desarrolla en el estadio Nemesio Díez de Toluca, Estado de México, donde un sistema de videovigilancia y reconocimiento facial de la empresa privada Seguritech recopila y analiza los datos personales biométricos de todos los asistentes al estadio desde 2017 sin consentimiento de sus titulares.

“La gente que quieres que sepa (sobre la videovigilancia) pues son los que te causan lío. Los que no te causen lío, pues es información extra. Los que importan que sepan que son ‘los malos’, por así llamarlo”, le dijo Mauricio Kleinburg, director de Tecnologías y Nuevos Negocios de Seguritech, a la revista Vice en diciembre pasado.

Ahora tocará directamente a Arriola diseñar las medidas preventivas y correctivas, una tarea justo a su medida y acorde con algunas páginas de su currículum como persona pública, como político profesional.

Como efímero como director del Instituto Mexicano del Seguro Social (2016-2018), Arriola encabezó una cruzada moral contra un par de doctoras residentes que se equivocaron al exhibir el miembro amputado de un paciente en sus redes sociales. Bastaba con la aplicación de las normas correctivas y sancionatorias, pero Arriola quiso linchar a las doctoras también en los medios. Al final, como buen político, Arriola dejó el puesto antes de que llegaran los coscorrones de los tribunales: el IMSS tuvo que restituir salarios y reconocer que juzgó sin perspectiva de género (entre otras arbitrariedades de la justicia de Arriola, en el caso también estuvo involucrado un varón, pero a él nunca se le persiguió). 

Como candidato de ultraderecha nominado por el PRI para gobernar la Ciudad de México, Arriola abrazó la agenda antiderechos, invocando a un electorado en contra del matrimonio igualitario, a favor de un concepto de familia tradicional y en contra de la interrupción legal del embarazo y la despenalización de la mariguana.

Y desde hace unas semanas, como representante de la Liga MX, Arriola impulsa un sistema de fichaje de los aficionados que acuden a los partidos de la Selección Mexicana, considerándolos a todos como presuntos futuros infractores de hacer el grito prohibido de “¡Puto!”.

La solución de Arriola para crear un ambiente sin gritos homofóbicos fue fichar a todos los aficionados, exigiendo una serie de datos personales que permitan identificar con precisión a las personas y también entregarles publicidad personalizada, pues el aviso de privacidad de la Liga MX sigue considerando el registro para acciones mercadológicas. Ganar-ganar, que le dicen.

Arriola no es la persona adecuada para la tarea, pero le tocará encabezarla en un momento de shock social que le permitirá aplicar casi cualquier cosa. Vienen tiempos todavía más oscuros.

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