Reconocimiento facial en el futbol mexicano: así se mata la privacidad. Ilustración original de Nayelly Tenorio

¿Imaginan una gigantesca base de datos personales que incluye sus rostros y otras informaciones como teléfono y domicilio en manos de criminales? Ese es el riesgo que va a crear la Liga MX en un país llamado México, donde el problema no es la identificación de los malhechores sino la connivencia entre malhechores y autoridades públicas y organizaciones privadas, la corrupción y la impunidad.

La Liga MX hará obligatorio el uso de sistemas de videovigilancia y reconocimiento facial en todos los estadios de futbol de la liga, como consecuencia de la violencia extrema registrada durante un partido en Querétaro el 5 de marzo. No me equivoqué la semana pasada cuando escribí que sería una decisión que “impactará las relaciones y las interacciones de las multitudes congregadas por el futbol”. 

La vigilancia de los aficionados comenzará con la exigencia de un registro de los integrantes de las barras —los grupos de porristas ultra— y, posteriormente, la observación y el control algorítmico de todas las personas presentes en los estadios, incluidas niñas, niños y adolescentes.

Este solucionismo tecnológico del reconocimiento facial como medida de seguridad en actividades y concentraciones públicas supone que, bajo la mirada de los otros, los violentos evitarán ser violentos, que los criminales suspenderán su jornada laboral para evitar ser captados por la cámara.

¿En serio se creen eso: que las cámaras de videovigilancia disuaden la comisión de delitos y que aplacan a los violentos? 

Repasemos el contexto reciente. En Tamaulipas y Sinaloa, el crimen organizado tiene como deporte destruir la infraestructura de vigilancia pública, al mismo tiempo que instala y opera su propia infraestructura. Las conversaciones telefónicas del fiscal general fueron intervenidas y publicadas en YouTube. Tres defensoras de derechos humanos fueron espiadas ilegalmente por la procuraduría haciendo mal uso de herramientas previstas en la ley. Un cineasta fue asesinado en un crucero vial de la Ciudad de México que cuenta con cámaras de videovigilancia y recientemente fue iluminado con una veintena de postes lumínicos.

En materia de datos personales, dos casos: uno privado y otro público. Una compañía privada (Hova Health, propiedad de Alexis Nickin, yerno del político priista Roberto Madrazo Pintado e inversionista del periodista Carlos Loret de Mola en Latinus) expuso los datos sensibles de 2.3 millones de beneficiarios del Seguro Popular de Michoacán: padecimientos de salud, recetas médicas, detalles de las consultas clínicas, origen étnico. No se han comunicado sanciones contra la empresa.

La Secretaría de la Función Pública expuso los datos personales de 830,000 empleados del gobierno; la información incluía datos financieros. El instituto de protección de datos personales (Inai) encontró violaciones a la ley; en Función Pública no hallaron culpables.

El gran problema en México no es la privacidad ni el anonimato, tampoco la falta de vigilancia ni de herramientas para combatir el crimen; el gran problema lo crean la debilidad institucional y la impunidad. 

El reconocimiento facial en los estadios abrirá un riesgo enorme para todos los aficionados, sin atacar el problema de fondo: la violencia de las barras. 

Para funcionar, el reconocimiento facial necesita una base de datos con información personal y biométrica de las personas. Se trata de cotejar en tiempo real los rostros que las cámaras de videovigilancia están “viendo” contra una base de datos previamente seleccionada y así producir la identificación. ¿Cuál será la base de datos que usarán los administradores de los estadios? ¿Quiénes administrarán los datos biométricos de los aficionados? ¿Con qué medidas de seguridad? ¿Cada estadio tendrá su propia base de datos? ¿Quiénes tendrán acceso a los datos? ¿Cómo se obtendrá el consentimiento que obliga la ley de protección de datos personales?

La violencia en los estadios no se resolverá haciendo de todos los aficionados sospechosos de la violencia. Pero me temo que otra de mis profecías se verá cumplida: el modelo de vigilancia y control en los estadios de futbol se replicará a otras interacciones de la vida social en México.

Así se mata la privacidad. Hemos comenzado con el futbol, después seguirá el país.

Reconocimiento facial en los estadios de futbol de México

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