Mapa de la cobertura de la Red Compartida Altán. Imagen tomada del sitio web de Altán Redes

En México existen dos redes compartidas. Una, denominada así en la reforma constitucional de 2013, es operada por Altán. La otra es la de América Móvil, por mandato de ley, la preponderancia y la regulación asimétrica. La primera red compartida existe debido a las restricciones regulatorias impuestas a la segunda. La cobertura que a AMX ya no le conviene ampliar porque sería más preponderante, se le exige a Altán como parte de sus obligaciones adquiridas en su título de concesión.

La Red Compartida Altán opera 90 MHz en la banda de 700 MHz, cuyas principales características son su amplia capacidad de propagación y economías de escala (siempre y cuando se desarrolle el ecosistema), ideal para alcanzar el 92.2% de cobertura prevista para 2024 y así ampliar la disponibilidad y acceso a servicios de banda ancha en poblaciones desatendidas.

En estricto sentido, Altán no comparte nada, pues el titular del espectro es el Organismo Promotor de Inversión en Telecomunicaciones (Promtel), y porque su modelo mayorista la habilita para vender capacidad a otros operadores móviles virtuales o tradicionales. Si se le permitiera participar del mercado secundario de espectro, eso sí sería compartición, pero su contrato de asociación público-privada se lo prohíbe. Lo único que comparte Altán es el riesgo de su modelo de negocio y los ingresos, porque al Promtel le corresponden 1%.

Joaquín Coronado, consejero Ejecutivo de Altán, advierte que la industria no asimila que el consorcio haya ganado la banda de 700 MHz. Lo que no asimilamos es que en 2013 el Legislativo —investido de regulador— haya secuestrado esa frecuencia colocándole un grillete en la Constitución. No asimilamos que no se le haya permitido al Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) analizar el uso social más eficiente de ese espectro.

Al ganar el concurso, Altán se encadenó a la banda de 700 MHz, cuando la tecnología permite un uso cada vez más flexible y dinámico del espectro. Cuando el IFT licite la banda de 600 MHz para redes 5G, lo cual podría ocurrir en 2020, la de 700 MHz dejará de ser envidiada por la industria inalámbrica, porque los operadores concursarán por un espectro aún más eficiente en su capacidad de propagación y, además, homologado con el uso de esa banda en Estados Unidos.

Por su parte, la Red Compartida América Móvil sí lo es en los hechos. Está obligada a desagregar servicios, se le separó funcionalmente para compartir infraestructura pasiva sin discriminación y por más de tres años no cobró la interconexión a sus competidores. Eso sí es compartir. Ahí están la desagregación del bucle local, los ductos, el par de cobre y la fibra óptica de Telmex, las torres de Telesites y el roaming visitante de Telcel.

La “compartición” de la Red Compartida Altán es voluntaria o, mejor dicho, necesaria para su modelo de negocio. La compartición de la Red Compartida AMX es forzada por la regulación y no forma parte de su modelo de negocio porque transfiere rentas a sus competidores.

Para que Altán logre su cobertura y se vuelva atractiva para los clientes, necesita que el gobierno le comparta el espectro (y ni eso, porque es un arrendamiento); que empresas de torres compartan su infraestructura para rentar esos sitios e instalar sus antenas 4G; que el Indaabin comparta 10,500 inmuebles públicos para la instalación de infraestructura, además del derecho de uso de los dos hilos de fibra óptica que la CFE le compartió como parte del proyecto.

Señala Coronado “que nadie exija cuentas a Telcel en temas de cobertura con su espectro de 2.5 GHz, ni que Telmex no haya hecho más para reducir los 40 millones de desconectados que aún quedan en México a 29 años de su privatización”. La banda de 2.5 GHz es para capacidad en ciudades densamente pobladas. Fue Altán la que no participó en la licitación de esa frecuencia, la cual se demoró en su realización para que Altán se involucrara, porque tenía el compromiso de desplegar su Red Compartida y porque su grillete en la banda de 700 MHz es demasiado pesado para invertir en más espectro.

Telmex, aún hoy, es el único operador que tiene obligaciones de servicio universal en su título de concesión, “conforme a los programas que concerte con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes” (SCT) cada 4 años. El incumplimiento en el cual haya incurrido la SCT con respecto al principal operador fijo no exime a Altán de cumplir sus propios compromisos de cobertura social. Aunque la SCT subrayó que la Red Compartida no debía concentrarse en los centros urbanos para cumplir sus obligaciones de cobertura, eso fue exactamente lo que ocurrió.

Lo anterior lo corrobora la OCDE en su Estudio sobre telecomunicaciones y radiodifusión en México 2017: “Un objetivo clave del proyecto es ampliar el acceso a los servicios de comunicaciones en las zonas desatendidas, y con ello abordar las profundas desigualdades derivadas de décadas de deficiencias en materia de política pública y regulación (esto es, la insuficiente disponibilidad de acceso, opciones e inversión en zonas rurales y remotas).”

Comparemos. Telmex tenía que conectar con una red fija propia. Altán tiene que conectar con una red inalámbrica con infraestructura compartida por otros y con 30% de su financiamiento (690 millones de dólares) proveniente de la banca de desarrollo (Banobras, Nafin y Bancomex), a pesar de que las bases de licitación señalaban que “el Desarrollador deberá asumir todos los costos y aportar todos los recursos económicos que se requieran para que diseñe, instale, despliegue, opere, mantenga y actualice la Red Compartida y comercialice servicios mayoristas”. También advertían que “el Proyecto se autorizó bajo un esquema de asociación público-privada sin la necesidad de contemplar la aportación de recursos federales presupuestarios…”

Telmex tenía que lograr que todas las poblaciones del país con más de 500 habitantes tuvieran acceso al servicio telefónico al menos con una caseta pública o central de larga distancia. Altán (siendo móvil) a 0.15% de la población en localidades menores a 10,000 habitantes.

Durante las prebases de licitación de la Red Compartida se apoyó a los aspirantes a ganar el concurso con una modificación en el objetivo social. Las prebases decían que por cada 1% de población cubierta en localidades mayores debería llevarse el servicio inalámbrico a por lo menos 0.29% de la población en localidades menores a 10,000 habitantes. Ese último porcentaje social fue reducido a 0.15%. La Red Compartida ganadora es 48% menos social que lo previsto en las prebases de la licitación.

En el marco de la consulta pública de la efectividad de las medidas de preponderancia, la Red Compartida Altán decidió que su contrincante sería la verdadera Red Compartida América Móvil. El discurso que culpa de todos los males a Telmex-Telcel (después de la reforma, la ley, la regulación asimétrica, la creación de un regulador autónomo y los favores regulatorios a todos los competidores) ya no se sostiene.

Altán quiere más, pero ha sido su propio benefactor (el gobierno), el que le ha hecho daño. A la Red Compartida Altán no le sirve que la Red Compartida AMX tenga una regulación más estricta, pero necesita culpar a alguien.

Lo que realmente le duele a Altán es que el programa México Conectado (hoy Internet para Todos) no haya alcanzado los 250,000 sitios públicos y no sea su cliente, sustituyendo la conectividad satelital; es un descalabro para Altán que no se haya licitado en tiempo y forma la Red Troncal para hacer sinergias con esa infraestructura de fibra óptica; es un amargo descubrimiento que los operadores móviles virtuales no estén siendo el gran negocio que sus promotores desde el gobierno prometieron; es un dolor de cabeza que, en tanto despliega su red 4G LTE, comience a emerger la tecnología 5G que demanda una red distinta y recursos espectrales adicionales a la banda de 700 MHz, para lo cual se requieren inversiones extraordinarias que Altán no tiene; es una pesadilla para Altán que su nuevo competidor en objetivos sociales, el gobierno de la Cuarta Transformación, quiera crear su propia empresa de telecomunicaciones para conectar carreteras, escuelas, hospitales y sitios públicos, potenciales clientes de Altán…

Como la novela de Nancy Price, la Red Compartida Altán ha dormido con el enemigo, creyéndolo su aliado. No busca quién se la hizo sino quién se la paga: la Red Compartida América Móvil.

Jorge Bravo es analista de medios y telecomunicaciones.

Twitter: @beltmondi

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