La riqueza está en el aire y se llama espectro radioeléctrico. Muy pocos tienen el capital y la capacidad técnica para explotarlo y extraer de él sus beneficios sociales y económicos. El espectro resguardado en los cajones del gobierno o en las cajas fuertes de algunas empresas (como un recurso ocioso pero valioso para revenderlo al mejor postor) es como las vitaminas conservadas en sus frascos: no generan ningún bienestar. Hay que usarlas para que hagan efecto.

Varios se rasgaron las vestiduras cuando el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) autorizó la adquisición por Telcel de 60 MHz de espectro en la banda de 2.5 GHz de MVS, porque forma parte del agente económico preponderante. ¡Más espectro para el que más tiene! Antes de la transferencia, Telcel tenía 32.03% de espectro, seguido muy de cerca por AT&T con 29.72%; el primero con 72 millones de usuarios y AT&T con doce millones. Pero nos encanta repetir que el grandote no ofrece servicios de calidad o que su Internet móvil es lento. Qué contradicción.

Algunos preferirían que el espectro estuviera bajo llave pero es un error. Sin espectro los servicios empeorarían, de operadores grandotes y chiquitos por igual, porque estos últimos también utilizan la red del preponderante.

Los operadores móviles reciben en concesión el espectro; a cambio ofrecen servicios inalámbricos. Con el espectro los concesionarios están obligados a integrar las comunidades y la población a la Sociedad de la Información y el Conocimiento; garantizar el derecho de acceso a las TIC, incluido el de banda ancha e Internet; garantizar la libre transmisión y circulación de opiniones e ideas y debe ser otorgado mediante licitación, previniendo fenómenos de concentración que contraríen el interés público. Eso dice la ley.

Pero el sentido común dicta que las personas valoramos nuestro smartphone y lo que hacemos con él; es parte de lo más valioso que tenemos y queremos estar conectados todo tiempo. También queremos velocidad, que los whatsapps salgan rápido, que las fotos en alta resolución no se queden atoradas, que el video se descargue de inmediato, que Netflix no se trabe, que mi música en Spotify no se detenga y que Twitter, Facebook, Instagram y Snapchat abran rápido para compartir —igual de rápido— mis momentos. Para eso y mucho más sirve la banda de 2.5 GHz.

Cuando en 2011 MVS quiso ofrecer servicios de banda ancha móvil, la respuesta del gobierno de Calderón fue un contundente “no”. Ya tendríamos un competidor alternativo y otra dinámica de mercado. Ahora lo adquiere Telcel y tampoco les gusta. ¿Acaso sus usuarios no tienen derecho a mejores servicios? ¿Cuántos años más va a estar encadenada la banda de 2.5 GHz?

Si AT&T o Telefónica hubieran adquirido el espectro de MVS también estaría a favor, porque restan 130 MHz de espectro en esa banda por licitar. Cualquiera de los tres grandes operadores tiene la capacidad para invertir, desplegar la red y ofrecer servicios. Telefónica recién pagó 4 millones de euros a Grupo Hermes por 30 MHz en la banda PCS (1.9 GHz) para ampliar sus servicios en Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Guerrero y Oaxaca. Ese recurso no estaba siendo utilizado y, en cambio, Movistar tendrá mayor cobertura.

Telcel no está impidiendo que sus competidores adquieran espectro y compitan en el mercado, es el gobierno el que no ha querido licitarlo. Como dice Jorge Fernando Negrete, presidente de la Amedi, sobre la banda de 2.5 GHz pesa una maldición. Exorcicémosla.

Cada día crece el consumo de datos móviles y los operadores necesitan vitaminarse con espectro para que los usuarios no recibamos servicios famélicos. El IFT se comprometió a licitar la 2.5 GHz en 2016 pero no lo hizo; ocurrirá en 2017. Telcel adquiere una ventaja competitiva, cierto, la misma que el gobierno le ha escamoteado al resto de los operadores y a la industria por no licitar el recurso y mantenerlo archivado.

La 2.5 GHz es idónea para capacidad y velocidad en ciudades densamente pobladas. Es un espectro catalizador del tráfico móvil, el consumo, la productividad y la monetización de la red para que los operadores recuperen ingresos y sigan invirtiendo. No licitar la banda de 2.5 GHz es como no darle su vitamina al niño: no facilita la transformación de la red, no dinamiza los servicios, no contribuye a la salud del sector. Al no licitarlo se ocasiona un daño… y un quebranto, porque el pago por los derechos de explotación tampoco ingresa a la hacienda pública.

El espectro debe asignarse a quienes tienen la capacidad de invertir en la red, hacen un uso eficiente del recurso y pueden asegurar el menor precio de los servicios al usuario final en condiciones de competencia. Eso es lo que debe vigilar la autoridad.

El espectro es el combustible de las comunicaciones y las tecnologías móviles, las que más se han democratizado en el orbe. En 2016 existían en el mundo 7.88 billones de conexiones móviles, más que la población mundial. La industria móvil contribuye con 4.5% del PIB mundial. Gracias al espectro y las tecnologías móviles la Internet está llegando a más personas. Es muy positivo porque no distingue de clases sociales y abre ventanas de oportunidad, información y esparcimiento.

Jorge Bravo es analista de medios y telecomunicaciones.
Twitter: @beltmondi

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