Jorge Matute Remus y la reubicación del edificio de Telmex en Guadalajara. Una hazaña de ingeniería en 1950
Juan Carlos Núñez Bustillos
24 octubre, 2010El 24 de octubre de 1950, medio centenar de personas comenzó el desplazamiento del edificio de la Telefónica Mexicana (hoy Telmex), en la esquina de Juárez y Donato Guerra, en Guadalajara. El fotógrafo Rafael Sánchez Alonso documentó la faena, “para que la gente se dé cuenta de lo impresionante que fue”.
Con motivo del aniversario de ese suceso de la ingeniería mexicana, recuperamos este reportaje de Juan Carlos Núñez Bustillos publicado en Público-Milenio el 23 de octubre de 2005. Este reportaje ofrece una reconstrucción de la hazaña realizada por Jorge Matute Remus, con fotografías inéditas hasta entonces de Rafael Sánchez Alonso.
* * *El día en que iba a mover el edificio de 1,700 toneladas con más de cien personas trabajando dentro, el ingeniero Jorge Matute Remus se despidió de su esposa y salió de su casa como si nada. Como si fuera un día de rutina. “No estaba nervioso, ni exaltado. Se levantó temprano como era su costumbre, desayunó y se fue a trabajar igual que los otros días, como si nomás fuera a la oficina”, recuerda 55 años después Esmeralda Villaseñor de Matute.
El martes 24 de octubre de 1950 comenzó el desplazamiento del edificio de la Telefónica Mexicana (ahora Telmex) en la esquina de Juárez y Donato Guerra. Terminó cuatro días después. El equipo de Matute Remus recorrió la construcción doce metros y además lo giró para alinearlo al eje de Juárez. En el proceso no se rompió ni un vidrio.
“Él tenía mucha confianza en lo que hacía porque sabía hacerlo. Nunca tuvo la menor duda de que todo saldría bien. Tampoco se sentía un héroe ni mucho menos. Él fue siempre un hombre muy ecuánime”, comenta doña Esmeralda, quien quedó viuda en 2002.
—¿Usted estaba nerviosa?
—Si él no estaba nervioso, menos yo. Siempre me sentí muy segura con él en todo lo que hacía.
Esa misma ecuanimidad la compartían los colaboradores más cercanos de Matute Remus. En la casa del ingeniero José Ruiz Ugalde, experto en cálculo y uno de los hombres clave en el desarrollo de la obra, tampoco hubo algarabía.
Gloria del Carmen Sahagún señala: “Mi esposo era muy serio, muy tranquilo. En esos días trabajaron mucho, pero no estaba nervioso porque era muy bueno para hacer sus cálculos”.
Eva Huerta era una de las telefonistas que estaba dentro del edificio cuando lo movieron. “Al principio sí teníamos muchos nervios, pero cuando llegó el ingeniero Matute nos explicó muy bien, que no había ningún problema y que no se iba a sentir nada. Tenía mucha seguridad en lo que iba a hacer y nos la transmitió”.
El 24 de octubre de 2005 se cumplieron 55 años, la víspera de lo que se considera una de las hazañas de la ingeniería tapatía, el ingeniero Matute se acostó cerca de las diez de la noche como era su costumbre. No hubo insomnio ni ansiedad. “Durmió muy bien”, recuerda doña Esmeralda. Ese mismo día, horas antes, Rafael Sánchez Alonso tomó la primera foto de una serie que muestra el desplazamiento del edificio.
Lo más fácil de la reubicación
En noviembre de 1947, el gobernador Jesús González Gallo decidió crecer la calle Juárez y convertirla en una amplia avenida. Para que eso fuera posible había que demoler fincas. Tras negociar con los propietarios la expropiación, las autoridades comenzaron los trabajos para ensanchar la vía. Terminaron un año después, pero había un problema: a mitad de la avenida quedaba el edificio de la Telefónica.
Sus propietarios se habían amparado porque mover sus instalaciones sin interrumpir el servicio telefónico implicaba construir un nuevo edificio en un terreno cercano, comprar todo un equipo de comunicación nuevo, instalarlo en la nueva sede y después conectar los cables. Sería tardado y costoso.
Matute Remus —entonces rector de la Universidad de Guadalajara y miembro de la gubernamental Comisión General de Planeación Urbanística— propuso que lo más sencillo y lo más barato sería mover el edificio con el personal laborando dentro, para no interrumpir el servicio telefónico de la ciudad. La propuesta sonaba increíble, pero el ingeniero convenció a las autoridades y a los ingenieros estadunidenses que envió la Telefónica para estudiar la propuesta.
¿Fue fácil convencerlos? En una entrevista concedida en 1996, Matute respondió a esta pregunta:
“En ingeniería las cosas son muy fáciles de arreglar porque se demuestran con números”.
Jorge Matute Remus, ingeniero.¿Qué fue lo más difícil?
“Convencer a las señoras, dueñas de la casa donde se encontraba el terreno que ocupa ahora el edificio, que vendieran su propiedad. Eso sí fue complicado”.
Jorge Matute Remus, ingeniero.
El ambiente dentro del edificio de la Telefónica
La mañana en que comenzó el traslado, la esposa de Matute y su hijo mayor llegaron al lugar. Momentos después entraron al inmueble. Muchos lo interpretaron como la garantía que el ingeniero ponía para demostrar la plena confianza en lo que hacía.
“Fue la esposa del ingeniero con su hijo y se estuvieron ahí para demostrar que no había ningún peligro”, recuerda Rafael Sánchez Alonso, autor de las fotografías inéditas que ilustran este reportaje.
Doña Esmeralda, entonces de 30 años, confirma la historia: “Cuando él se fue yo me quedé haciendo mis pendientes. Luego fui a la escuela por mi hijo Juan Jorge, que tenía siete años, y llegamos al edificio. Estábamos ahí viendo cuando Jorge me preguntó: ‘¿Te quieres pasar con él?’ Y yo dije que sí. Eso no lo planeamos, ahí salió”.
Si quedaba nerviosismo entre el personal, esa decisión lo diluyó. Eva Huerta recuerda que dentro del edificio había mucha gente trabajando “porque eran varios departamentos. Sólo de operadoras éramos 60. En total no sé si llegaríamos a los 200, pero de seguro éramos más de cien. La responsabilidad del ingeniero era muy grande. Imagínese si llega a pasar algo con tanta gente adentro”. Pero no pasó nada. “Ni siquiera los lápices que teníamos se movían”.
La viuda de Maute afirma que al término de la hazaña no hubo grandes festejos.
“Cuando terminó nos fuimos a San Blas como un fin de semana cualquiera. Mucha gente le decía: te querían felicitar y te fuiste, pero él prefirió nadar en el mar”.
Esmeralda Villaseñor de Matute.
Al ritmo de 1,700 toneladas
¡Uno, dos, tres! Las palancas de los doce gatos mecánicos se movían al unísono para empujar el edificio de la Telefónica Mexicana (ahora Telmex), de 1,700 toneladas, ocho décimas de milímetro cada vez. Así, durante cuatro días hasta sumar los doce metros que recorrió el edificio.
La voz de Jorge Matute Remus ampliada por el megáfono con la indicación “uno, dos, tres” es uno de los más claros recuerdos de algunos testigos del hecho. Los trabajos para desplazar el edificio comenzaron con los cálculos el 2 de mayo. El 24 de octubre comenzó el desplazamiento y duró cuatro días. Para diciembre la operación estaba comple tamente terminada.
¿Cómo fue el desplazamiento del edificio de Telmex en Guadalajara?
En un artículo publicado en 1951, Matute explica la operación. Lo primero que se hizo fue demoler las casas vecinas y hacer la cimentación en el lugar en que quedaría el edificio. Luego se formó una estructura sobre la que se deslizaría la construcción. “Procedióse entonces a construir una forma especial de concreto armado que abrazaría las columnas y que llamaré casquete, que tendría el objeto de soportar el edificio”.
Esas estructuras se montaron sobre 480 rodillos; se cortaron los cimientos y el edificio quedó “liberado”. Doce gatos hidráulicos que se operaban simultáneamente empujaban el edificio. El giro para alinearlo a su nueva posición se consiguió al colocar los rodillos concéntricamente.
Los protagonistas de la hazaña
El jefe del proyecto fue Matute Remus (1912-2002), ingeniero tapatío quien en esa época era rector de la Universidad de Guadalajara. Constructor, urbanista y profesor universitario, merecedor de diversos reconocimientos, también fue alcalde de Guadalajara (1953-1955).
Matute decía que para el éxito del proyecto fue fundamental la colaboración de su equipo, especialmente de José Ruiz Ugalde, Francisco Vigil, Guillermo Casillas Buelna y Rafael de Santos.
Ruiz Ugalde (1911-1959) era especialista en cálculo estructural. Ingeniero de caminos, trabajó en obras portuarias e hidráulicas. Fue de los primeros en utilizar estructuras de concreto en la ciudad y constructor del primer estacionamiento subterráneo, frente a la Catedral.
El ingeniero Francisco Vigil se encargó de que no se interrumpiera el servicio telefónico ni un momento, mientras que Rafael de Santos, a quien Matute consideraba el mejor fontanero de Guadalajara, fue el responsable de mantener el servicio de agua y drenaje. Además, hizo los rodillos y cortó las varillas para que el edificio quedara “suelto”. Casillas era el más joven del equipo y auxilió en todo el proceso.
Rafael Sánchez Alonso, el fotógrafo que documentó el desplazamiento de la Telefónica
“Cuando supe que iban a mover la Telefónica pensé que sería bueno tomar las fotos, para tener un documento donde se viera esa obra tan increíble”. En el jardín de su casa de Ajijic, Rafael Sánchez Alonso explica que se colocó siempre en el mismo lugar y a la misma hora para mostrar el desplazamiento del edificio. Hizo ese registro sólo por gusto, para que la gente que no lo vivió pudiera saber cómo fue.
“El movimiento duró cuatro días, pero son seis fotos porque tomé una antes de que empezaran y la última cuando estuvo concluido el movimiento”.
Don Rafael nació en 1912. Cuando movieron el edificio trabajaba en una fábrica de tejidos por la calle Juan Manuel, cerca del parque Morelos. “Yo no tenía nada que ver con los de la Telefónica ni con los ingenieros, toda mi vida fui mecánico de máquinas de tejidos, pero me llamó tanto la atención que me fui a tomar las fotos”.
Pero no fue sólo el movimiento del edificio lo que llamó la atención de Sánchez Alonso. Con espíritu de fotoperiodista o historiador se dio a la tarea de retratar la transformación de Guadalajara. Tiene muchas fotografías de distintos lugares de la ciudad que, tomadas desde el mismo sitio, permiten apreciar el “antes” y el “después” de la fisonomía urbana.
“Me gustaba la fotografía y llegué a tener en un clóset de mi casa un pequeño laboratorio de revelado, pero nunca fui fotógrafo”. Su trabajo muestra lo contrario. “Una vez en la plaza de toros tomé una foto en donde se ve el cuerno del toro adentro del pecho de uno de los caballos de la rejoneadora Conchita Cintrón. Esa fue una foto que me gustó mucho”.
Las imágenes del movimiento del edificio que tomó don Rafael permanecieron inéditas 55 años. Hoy las comparte generosamente “para que la gente se dé cuenta de lo impresionante que fue esta obra”.
Este reportaje se publicó originalmente en el periódico Público-Milenio de Guadalajara, Jalisco, el 23 de octubre de 2005.