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Tecnocomprensión. Goethe decía que “el único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada”. Lo mismo podemos decir de las instituciones: yerran porque hacen cosas nuevas que antes no habían hecho, como licitar espectro para radio y TV, pero hay de errores a errores.

Tecnoerror. El Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) se equivocó al no descalificar a Tecnoradio desde la primera etapa de la licitación cuando presentó su manifestación de interés y entregó información y documentación (ahora sabemos, no veraz), desde octubre de 2016; el IFT le permitió llegar hasta la cuarta y última etapa, la del fallo y el pago de contraprestación, y fue entonces cuando una licitación de 191 frecuencias de FM y 66 de AM, relevante por generar mayor competencia y diversidad en el cuadrante, le estalló en el rostro al IFT y quedó manchado indeleblemente.

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Tecnosospecha. Allan Poe decía que “tal vez sea la propia simplicidad del asunto lo que nos conduce al error”. El yerro del IFT fue evidente porque diseñó las bases de licitación y definió las causales de descalificación, pero permitió que Tecnoradio avanzara en el proceso, acreditando capacidades administrativa, técnica y financiera, además de ganar 37 frecuencias y apostar muy por encima (287.8 millones de pesos) del valor de mercado que le otorgaban otros competidores. Sobrevaluar el valor del espectro es motivo de suspicacia en cualquier proceso licitatorio, porque el postor o está especulando con el valor para dañar a los competidores, o no podrá pagar o no podrá desplegar la red o no cumplirá con las obligaciones o tendrá que vender las frecuencias más adelante. El IFT contaba con todos los elementos institucionales, recursos y tiempo a su alcance para comprobar a detalle los requisitos que debían cumplir los interesados. Pero Tecnoradio pasó los filtros.

Tecnocampaña. Gustav Le Bon decía que “cuando el error se hace colectivo adquiere la fuerza de una verdad”, porque el IFT ha estado sometido a una intensa campaña de descalificación. De hecho, fueron los medios de comunicación y ciertos columnistas quienes develaron la relación de parentesco por consanguineidad del presidente de Tecnoradio con la hija del concesionario de Radiorama, el grupo de radio más grande del país. Esos columnistas hicieron la tarea de investigación que le correspondía al IFT, aunque con intenciones de desacreditar a la autoridad evidenciando sus omisiones.

La licitación misma fue descalificada por la propia industria. En su momento, la CIRT emitió un comunicado en el cual se lamentaba: “Como nunca antes en la historia de la radiodifusión nos encontramos ante una falta de decisión de la autoridad respecto a temas como la inseguridad que viven día a día emisoras y trabajadores de radio a lo largo del territorio nacional (…). La autoridad hostiga con una licitación que carece de un análisis técnico-económico…”

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Tecnodenuncia. Confucio decía que “el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”. El IFT descalificó tardíamente a Tecnoradio y con ello reconoce implícitamente que en su momento no comprobó la veracidad de la información y de los documentos. También presentó una denuncia penal —se entiende— por falsedad de documentos, cuyas sanciones están previstas en el Código Penal Federal. De comprobarse el delito por parte de la Procuraduría General de la República, se le estaría cerrando la puerta a Tecnoradio para participar en futuras licitaciones.

Tecnojustificación. Santiago Ramón Cajal decía que “lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo”. Obviamente, el IFT no admite ningún error; de hecho califica como positiva y exitosa la licitación, porque habrá al menos 122 estaciones de radio adicionales en el país, además de que la recaudación parcial (783.6 millones de pesos) superó por mucho el valor mínimo de referencia de las frecuencias.

Con esta justificación el IFT confiesa que en la licitación privó el criterio recaudatorio, cuando el artículo 28 constitucional: “en ningún caso el factor determinante para definir al ganador de la licitación será meramente económico”.

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Tecnoconfusión. Lessing decía que “algunos se equivocan por temor a equivocarse”. El principal error de la licitación de radio fue carecer de un objetivo claro. Si sólo era generar mayor competencia, la subasta es el mecanismo correcto porque hay apetito por el mercado y se estimula con descuentos la entrada de nuevos participantes. Hasta febrero de 2015 existían 590 solicitudes de concesión de radio, incluidas 226 de uso comercial, 34 de uso público y 313 de uso social. Pero si había localidades con escasa o nula cobertura del servicio, el criterio no puede ser recaudatorio sino social, otorgando facilidades a la prestación del servicio público de radiodifusión, e incluso obligando a ganadores de frecuencias rentables a prestar el servicio en localidades menos atractivas, porque el objetivo último es garantizar el derecho de acceso a la información.

Tecnointerrogante. Los cuestionamientos se han dirigido contra el IFT, pero ¿realmente Tecnoradio creyó que no iba a ser descubierta? ¿Pensó que sus competidores se quedarían con los brazos cruzados, los mismos que revelaron el engaño? ¿Es un buen negocio pagar 67 garantías de seriedad? ¿Valió la pena arriesgarse a una denuncia penal que puede incluir prisión y multas? ¿Quién se beneficia? ¿Quién realmente gana? “¿Qué importa errar lo menos quién ha acertado lo más?”, se cuestionaba Calderón de la Barca.

Jorge Bravo es analista de medios y telecomunicaciones.
Twitter: @beltmondi

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