El antropólogo anarquista David Graeber (1961-2020), retratado en París. Foto: Twitter@davidgraeber

Ha muerto un anarquista. El antropólogo estadounidense David Graeber murió el 2 de septiembre a los 59 años. Graeber fue una de las caras visibles del movimiento #OccupyWallStreet de 2011 y se le atribuye la construcción del eslogan “Somos el 99%”, en referencia a la mayoría de la población que asume las decisiones de una minoría de la población que es dueña de los recursos naturales y financieros y, por lo tanto, detentora del poder político. Graeber fue un duro crítico del sistema capitalista y de la desigualdad, pero sobre todo fue un intelectual que operó en el terreno y construyó pensamiento con imaginación, independencia, originalidad y, sobre todo, valentía.

Egresado de la Universidad de Chicago, despedido de la Universidad de Yale y adoptado por la London School of Economics, Graeber dejó en la imprenta dos nuevos volúmenes para su biblioteca de libros explosivos e incómodos: The Dawn of Everything: a New History of Humanity (algo así como El despertar de todo: una nueva historia de la humanidad), escrito en colaboración con el arqueólogo David Wengrow, y Uprisings: An Illustrated Guide to Popular Rebellion (algo como Alzamientos: una guía ilustrada para la rebelión popular), en coautoría con la artista Nika Dubrovsky, esposa de Graeber.

Estos títulos se integrarán a una obra inconclusa, como el propio anarquismo, llena de coherencia y vitalidad. Traducidos al español: En deuda: una historia alternativa de la economía (2011), Somos el 99%: una historia, una crisis, un movimiento (2014), La utopía de las normas: de la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia (2015) y Trabajos de mierda: una teoría (2018).

David Graeber, durante una manifestación contra la violencia racial del movimiento #BlackLivesMatter, en Londres, el 3 de junio de 2020. Foto: Twitter@DavidGraeber

Graeber fue un anarquista pura sangre. Sin reproche ni mácula. Creía que las personas podemos organizarnos y convivir sin la necesidad de una guía superior, sin jerarquías ni gobiernos, sino con base en principios morales como el respeto a los otros, la honestidad y el compartir para ser parte de un entorno de satisfacción de necesidades colectivas y de ayuda al prójimo. Defendió estos principios en cada uno de sus libros.

El pensamiento de Graeber era provocador. Para este antropólogo neoyorquino, cuya madre fue una trabajadora sindicalista textil y su padre luchó con los republicanos en la Guerra Civil Española, el anarquismo es la capacidad de pensar y vivir nuevas soluciones a los viejos problemas a partir del potencial individual de las personas en una colectividad. Se trata de pensar distinto y de hacer las preguntas adecuadas, que busquen una respuesta desde la raíz (radicales, pues).

En La utopía de las normas asegura que la burocratización de las sociedades resulta en mayor control sobre la sociedad, un control tan internalizado cuya ausencia nos provoca sospecha y hasta temor. Pero la burocracia, dice Graeber, es mucho más que una forma de imposición del poder, es también un ejercicio del poder punitivo, del castigo. Graeber se plantea preguntas que sacan ronchas respecto al control del Estado: ¿y si dejáramos de cumplir con el papeleo burocrático? ¿Y si el boicot se basara en el repudio a los trámites? La burocracia (qué mejor representación del fenómeno gubernamental) como imposición de verticalidad y jerarquía. En consecuencia, Graeber propone como forma de acción política, por ejemplo, el repudio a los impuestos, la suspensión de la relación ciudadana con el poder. 

En En deuda hizo un profundo recorrido histórico sobre el origen del dinero y las relaciones de poder surgidas con él, pasando por las primeras formas de trueque a la concepción de la usura en la Edad Media (nuestra Colonia) hasta sus formas y significados contemporáneos. La deuda como forma de esclavitud. Uno de los puntos conclusivos era un llamado a los países dominantes a cancelar la deuda de los países pobres, como una manera de acabar con el sufrimiento de las sociedades y que “nos recordaría que el dinero no es inefable, que la deuda es un arreglo entre personas y que si la democracia va a significar algo es la capacidad de todos para acordar el arreglo de las cosas de una manera diferente”. 

El anarquismo, que tanto se parece al zapatismo, es una manera de recordarnos que otro mundo es posible. Graeber, además de pensarlo, quiso ponerlo en práctica. 

Este artículo originalmente se publicó en El Economista el 6 de septiembre de 2020.

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