Nick Couldry y Ulises A. Mejías, autores de The Costs of Connection, durante una charla en el Centro de Cultura Digital de la Ciudad de México, en noviembre. Foto: JSG

Los académicos Nick Couldry y Ulises A. Mejías tienen una teoría: el desarrollo de la tecnología digital ha gestado una nueva forma de colonización, una colonización total a través de la recopilación de los datos. Es un nuevo y enorme despojo, dicen, que sienta las bases de una realidad emergente que supera las nociones hasta ahora descritas de los llamados capitalismo digital, informacional, de vigilancia o de plataformas. Nick Couldry, profesor de la London School of Economics and Political Science, cita a Hegel para explicar que las consecuencias de esta colonización de las personas a través de los datos es una pérdida de libertad, pero sobre todo de la pérdida de nuestra memoria sobre lo que es la libertad. ¿Qué haremos si olvidamos lo qué es vivir en libertad?, se pregunta.

Podría parecer extraña una nueva teoría sobre colonización creada desde los países del Norte, tradicionalmente dominantes y colonizadores, pero Nick Couldry sostiene sus ideas apoyado en el conocimiento y la trayectoria de Ulises A. Mejías, un mexicano emigrado a Estados Unidos para trabajar en la State University of New York. “La crítica del colonialismo siempre ha sido un poco universal y de hecho es un diálogo. A veces hay respuestas que surgen del Sur que nos cambian la manera de pensar en el Norte y a veces sucede en sentido contrario. Nosotros nos consideramos más bien ciudadanos del mundo. Creo que estamos conscientes de nuestro privilegio, pero también creo que nuestra posición nos ha ayudado a desarrollar estas teorías”, me dijo Mejías en noviembre, cuando este par de académicos vino a México a presentar su libro The Costs of Connection. How Data Is Colonizing Human Life and Appropriating It for Capitalism (que en español sería Los costos de la conexión. Cómo los datos están colonizando la vida humana y se la apropian para el capitalismo), publicado por Stanford University Press en 2019.

Otros soportes argumentativos y filosóficos de la teoría de Couldry y Mejías se encuentran en los trabajos del sociólogo peruano Aníbal Quijano (1928-2018) y del filósofo argentino-mexicano Enrique Dussel (1934).

El colonialismo que describen Couldry y Mejías es una dominación física (biopolítica) y mental (psicopolítica) posibilitada por internet y las tecnologías digitales, que se sostiene sobre la racionalidad de la conveniencia de los servicios digitales y sus maquinarias de extracción de datos. Permitimos la extracción a través del uso de Google Maps porque esta herramienta hace más fáciles nuestros desplazamientos dentro y fuera de la ciudad; utilizamos Facebook porque nos acerca a las personas que nos interesan y nos entrega información que nos es relevante, a pesar de sus prácticas corporativas de consecución de beneficios económicos a partir de la extracción de nuestros datos personales. En el fondo, “la vida es el blanco de extracción”, dice Couldry.

https://twitter.com/couldrynick/status/1109480696295366658/

El colonialismo de datos de Couldry y Mejías se encuentra del otro lado de la frontera de las teorías críticas sobre el desarrollo digital, en la orilla donde explícitamente se denuncia a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación como instrumentos de dominación. Tampoco es un argumento único o inexpresado anteriormente; de hecho, autores citados por estos académicos coquetean con esta idea aunque sus trabajos no pivoten sobre ella. Couldry insiste: “La conexión a internet es buena, es la base de la vida contemporánea, pero conectarse a este costo es muy peligroso. De continuar este camino no habrá alternativas”.

El riesgo de la inacción, de no emprender la resistencia, es la construcción de sociedades zombis, con personas que no pueden ser consigo mismas (Hegel) y que han perdido su sustantividad natural (Dussel). La erosión de la mínima integridad del ser como ser, citan los académicos a Dussel. 

¿Hicieron un uso mercadológico del concepto “colonialismo de datos”? “Yo creo que sí, siempre hay un elemento de mercadotecnias, si queremos llamarlo así, en la teoría crítica porque es nuestra responsabilidad explicar esta nueva realidad. Y para hacer que ese mensaje llegue a la mayor parte de la población que se pueda se tiene que marketear de cierta manera. Entonces sí es cierto que pensamos muy cuidadosamente en cómo empacar este mensaje”, dijo Mejías.

Y la pregunta obligada: ¿cómo podemos resistir? El libro de Couldry y Mejías dedica una buena parte de sus páginas a trabajar la respuesta. Las vías las encuentran en dos verbos concretos: reconocer y hacer. Primero, reconocer que la colonización está vigente y se produce desde factores externos, geopolíticos, e internos, a partir por ejemplo de la discriminación algorítmica; que la dinamizan personas, corporaciones y gobiernos con distintas apuestas y sinergias, y que las personas sujetas de colonialismo tienen distintas herramientas personales (agencias) para enfrentarla. Los enfoques de una sola vía, dicen, no funcionarán: no hay opción de salirse, sino de hacer distinto. Y en ese hacer se incluye también la posibilidad de reclamar el tiempo y el espacio colonizados y, sobre todo, rechazar la “racionalidad universal” de la recolección y extracción de espacios. Algo que Couldry y Mejías llaman el “espacio arrugado”, donde es posible esconderse o evitar la extracción. Una idea similar a la trabajada por Byung-Chul Han cuando este filósofo denuncia la construcción de una carretera transparente para la circulación de la información, una carretera “sin fricciones”.

Couldry y Mejías llaman a aprender de las luchas descolonizadoras pasadas y presentes para reimaginar nuevas formas de colectividad, de apropiación tecnológica, de conocimiento en común y, sobre todo, de solidaridad.

Este artículo originalmente se publicó en El Economista el 15 de diciembre de 2019.

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