Café Tacvba en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México, el 4 de agosto de 2023. Foto: JSG
Café Tacvba en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México, el 4 de agosto de 2023. Foto: JSG

Todo es ideología. Unas veces evidente, otras normalizada o internalizada. La decisión de poner más luz en una calle que en otra obedece a políticas públicas basadas en la forma de pensar y las aspiraciones normativas de quienes han diseñado esas políticas, porque en lugar de más luz puede optarse por cámaras de videovigilancia con reconocimiento facial o por policías en bicicleta o por todo eso o por nada. En el ordenamiento social, en la creación de las normas y sistemas de convivencia comunitarias, todo se basa en ideología, en creencias grupales sobre lo que es mejor. Esas normas y esas formas de pensar las imponen quienes ejercen el poder político, económico, religioso, militar o criminal.

El ejemplo del mono al que le ponen a elegir entre una banana o un billete de 100 dólares explica la construcción humana de los mitos, de las narrativas del ser humano que se imponen sobre otras maneras de afrontar la supervivencia. El mono elegirá la banana porque desconoce el valor simbólico que los humanos hemos dado al pedazo de papel impreso que representa 100 dólares, como un instrumento mediador indispensable para la supervivencia bajo determinado modelo económico. El nuestro es un ambiente mucho más complejo que el del mono porque somos homo sapiens, animales con un cerebro evolucionado que nos vuelve seres pensantes, lógicos y racionales (aunque a veces no lo parezca). Al mono le basta con la banana, nosotros necesitamos mucho más para satisfacer nuestras necesidades y alcanzar la calidad de vida a la que aspiramos o la que nos alcanza. El billete de 100 dólares es un símbolo que se descifra con reglas económicas y sociales y al que narrativamente damos importancia como instrumento de cambio, con valor simbólico en nuestras comunidades, de trueque, si lo queremos ver con un punto de vista meramente transaccional.

Para que los mitos funcionen se necesita que sean divulgados, conocidos 7 aceptados por la comunidad. Cuando las comunidades eran pequeñas, con pocos integrantes, los mitos se comunicaban de persona a persona, de grupo a grupo. Con el paso de los años nuestras comunidades crecieron y necesitaron otras formas de comunicación de los mitos —más potentes, más masivas— hasta interactuar hoy en una aldea global hiperconectada por internet. Los medios de comunicación masiva son indispensables para la divulgación de los mitos, de las narrativas de los grupos dominantes, como actores en el sistema político, de gobierno. 

La reflexión viene a cuento porque el “virus del comunismo” se asoma en nuestros medios de comunicación debido al contenido de los nuevos libros de texto para la educación primaria y secundaria en México. Es evidente que los nuevos libros presentan una manera disruptiva, diferenciada, de ver las cosas respecto al modelo anterior, lo que para sus promotores es el inicio de una nueva conciencia colectiva. Para otros, los libros son un retroceso por la inclusión de formas de ser y pensar diversas, con “supercherías” y nuevos personajes en el espectro de héroes y villanos, a veces con mentiras, medias verdades o distorsiones. La polarización ideológica oculta el debate de fondo: la posibilidad de que disminuyan saberes indispensables para la formación lógica y racional de los estudiantes, como las matemáticas.

Sin conceder que los libros de texto divulguen una ideología comunista y aceptando que los ejemplos de aplicación masiva del comunismo han resultado en fracasos muy dolorosos para las sociedades, puede decirse que el pedagogo Paulo Freire —citado en los nuevos libros y también estudiado y aplicado en nuestras más prestigiosas escuelas públicas y privadas— es tan ideológico como los programadores tecno optimistas de la Singularity University. La gran diferencia es el enfoque de Freire en la liberación individual, la racionalidad y la autonomía frente a otras formas de realización en la turbina capitalista, la productividad y el dinero.

Como están de moda los comunistas comeniños, mientras cada día se evidencia más el desafío existencial del cambio climático acelerado por los medios de extracción, producción y consumo, quise recordarles esta canción del Café Tacvba, que este fin de semana sonó en el Auditorio Nacional. Ideología pura:

«—¿Cómo es que te vas, Salvador, de la compañía si todavía hay mucho verdor? Si el progreso es nuestro oficio y aún queda por ahí mucho indio que no sabe lo que es vivir en una ciudad, como la gente. ¿Qué no ves que eres un puente entre el salvajismo y el modernismo, Salvador, el ingeniero, Salvador de la humanidad? (…) ¿Qué no ves que nuestra mente no debe tomar en cuenta ecologistas, indigenistas, retrogradistas ni humanistas?

«—Ay, mis ingenieros civiles y asociados, no crean que no me duele irme de su lado, pero es que yo pienso que ha llegado el tiempo de darle lugar a los espacios sin cemento. Por eso yo ya me voy, no quiero tener nada que ver con esa fea relación de acción: construcción, destrucción.»

“Trópico de cáncer”, Rubén Albarrán, Café Tacvba, 1994

Bonito inicio de semana.

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