Ilustración original de Nayelly Tenorio.

Es imposible saber si la pandemia de coronavirus se pudo evitar, pero lo cierto es que sus efectos sí pudieron mitigarse, combinando políticas públicas y acciones de salud pública, asegura en esta entrevista el historiador de la economía Diego Castañeda Garza, autor de un reciente volumen sobre la historia de las pandemias y sus consecuencias en las sociedades.

¿Cuál es la cantidad de muertos por Covid-19 que podemos aceptar? ¿Nuestro desastre pandémico tendrá repercusiones en la conducción política de nuestra sociedad? ¿Encontraremos y aprenderemos las lecciones de la pandemia de 2020? Estas son algunas preguntas que cruzan la lectura del nuevo libro de Diego Castañeda Garza, Pandenomics. Una historia económica de las grandes pandemias, un breve volumen sobre las consecuencias económicas, sociales y políticas de las pandemias a lo largo de los siglos.

Algunas respuestas pueden aventurarse a partir de los eventos recientes; otras hay que buscarlas en la historia, como un insumo para el análisis contemporáneo con la experiencia previa a la mano. Para esta segunda ruta, Pandenomics (Malpaís-UNAM, 2020) es una opción excelente: traza un camino desde la plaga Antonina en el Imperio romano hasta “el gran encerrón” del Covid-19. “Quise que fuera un libro agradable, que sirviera de introducción a ciertos temas y que cualquiera los pudiera leer, sin importar si es economista o no”, dijo Castañeda Garza en esta entrevista, preocupado de que la pandemia de coronavirus en México pueda verse como algo inevitable, “como una plaga que cayó del cielo” y eso evite el análisis de los aciertos y errores en el manejo de la emergencia sanitaria.

Diego Castañeda Garza es historiador de la economía, profesor de economía y desarrollo sustentable en el Tec de Monterrey y director el clúster de economía, finanzas y desarrollo internacional en Agenda for International Development (A-ID).

—¿La pandemia se pudo evitar?

—Es muy difícil hacer que el virus no circule a nivel global. Lo que trato de decir en mi libro es que sus efectos pueden mitigarse, que importa mucho cómo se manejan este tipo de situaciones, este tipo de emergencias, porque de la combinación de la estructura social del país, de su estructura económica, de sus condiciones de gobierno y la forma de decisiones que se toma depende en gran medida qué tan bien o mal le va a un país con la enfermedad que se encuentra.

—¿Qué efectos está provocando o ha provocado la pandemia en México?

—Hay dos tipos de efectos: tenemos efectos de corto plazo, que los vemos ahora mismo en el mercado laboral, en los números de mortalidad. Y también hay efectos de largo plazo, que no los podemos ver todavía, aún no se manifiestan. No los vamos a empezar a ver hasta que pase un tiempo. Pensemos en la pérdida de días de escuela de muchos niños, si eso va tener un efecto negativo en su vida, en sus expectativas de nivel educativo. No lo vamos a saber ahorita; lo sabremos cuando pasen algunos años y veamos si presentaron un retraso o no, si pudieron recuperar ese rezago.

Sobre las personas que contrajeron la enfermedad y que tuvieron secuelas, no veremos ese impacto en la productividad hoy, de inmediato, lo veremos más adelante. Por ejemplo, si terminarán visitando al doctor más de lo que tenían que hacerlo o si se aumentan sus costos de atención médica, de intervenciones que tengan que hacerse. Todo ese tipo de cosas no las podemos ver ahora.

Sobre las mujeres, son el grupo más afectado por la pandemia en México y en el mundo en general. En México fue muy obvio por la salida de mujeres del mercado laboral. 80% de los empleos que se perdieron son trabajos generados por mujeres. ¿Van a regresar las mujeres al mercado laboral cuando la economía se recupere? ¿Van a quedar permanentemente fuera? No sabemos y eso justo que no sabemos son las cosas que vamos a ir descubriendo cuando pasen los años.

Portada de Pandenomics. Una historia económica de las grandes pandemias, libro de Diego Castañeda Garza.

—Y el costo en salud mental…

—Se ha visto cómo se han acelerado las crisis de depresión y ansiedad. Creo que es algo normal, dadas las circunstancias, mucho tiempo encerrados, mucho tiempo en una situación de alto estrés, preocupados por la salud personal, de sus familiares. Es hasta cierto punto normal que pasara eso. Lo interesante es ver cómo las sociedades van a reaccionar para tratar de ayudar a la población a que maneje estos problemas.

La salud mental es un poco como tabú en las sociedades. Se suele ver mal a la persona que requiere de ir a terapia o que tiene algún problema y justo creo que la crisis que estamos todavía pasando va a obligar a que muchas personas busquen ayuda y va a ser muy interesante ver cómo desde el sector público, a través de políticas públicas, y desde la sociedad se reacciona a eso, a manejar un problema que se ve a toda luz que se está agudizando.

—¿Qué relación tienen los efectos de la pandemia en el contexto del T-MEC?

—Una de las apuestas importantes que se notan de parte del gobierno mexicano es que justo sea la economía americana la que arrastre la recuperación de la economía mexicana, y parte de eso está vinculada con el tratado de libre comercio, con la capacidad que tenga el consumidor americano con todos los estímulos que le han metido en Estados Unidos, con los cheques de 1,000 dólares, de 600 dólares, que son cifras impresionantes. Estamos hablando que desde el 2020 para acá, Estados Unidos ha invertido, digamos, en apoyos a sociedades, alrededor del 30% de su PIB. Es una cosa gigantesca: es tres veces la economía de México.

Se espera que esos estímulos incentiven el consumo en la sociedad, que cuando las cosas empiecen a recuperarse más, conforme se vacunen más personas y salgan a consumir más, algo de eso se verá reflejado en México.

La OCDE calcula que los dos países que más se van a beneficiar del gasto en Estados Unidos serán obviamente Canadá y México, los socios del T-MEC, y que ese beneficio más o menos le suma al PIB de México un punto de lo que crecería en circunstancias sin T-MEC. Sin duda va a ser muy importante. Por los datos recientes de importaciones y de exportaciones con Estados Unidos, parece que sí se ve mejoría. El sector manufacturero sí se ha recuperado muy rápido; es el sector servicios el que ha sufrido mucho más en México y el que no se está recuperando como quisiéramos y ahí es un poco más complicado. Es más difícil que el T-MEC te jale el sector servicios, ese es un tema más bien de economía interna, de mercado interno.

—¿La pandemia será un igualador en México o profundizará las desigualdades?

—Definitivamente va a profundizar las desigualdades. Lo que vemos hoy, con los datos de empleo, es una mayor polarización en la sociedad. Por un lado, por el efecto del tema de género, al final son las mujeres las que de verdad han pagado una gran parte del costo de la pandemia. Las mujeres son las que han perdido más empleos formales, porque justo al afectar más el sector servicios, que es un sector donde se concentra más parte de la fuerza laboral femenina, les ha pegado más y eso evidentemente se va a ver reflejado en mayor desigualdad. Si ya éramos el país en América Latina con la menor participación laboral femenina, con alrededor de 40%, lo que estamos observando es que regresamos a niveles de hace 10 o 15 años en participación laboral femenina. Por ese lado, definitivamente el efecto es desigualador.

Viendo los efectos a nivel regional y entre distintas ciudades, parece que veremos un aumento significativo en términos de pobreza. El efecto no fue igual en todos lados, las ciudades que más sufrieron estas cosas son Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, las ciudades más grandes con un sector de servicios más grande y mayor población. En esas ciudades la enfermedad se transmitió más. En términos de niveles de pobreza, probablemente estas ciudades converjan hacia abajo con las entidades más pobres del país, que los más pobres en Ciudad de México, en Monterrey, en Guadalajara, de pronto tengan niveles de pobreza comparables con los que eran antes las poblaciones en mayor pobreza en Oaxaca, Chiapas, Guerrero.

Sobre la recuperación de empleos, hay puestos de mayor nivel de capacitación, los mejores pagados, que se han empezado a recuperar más rápido; los empleos más bajos en demanda de capacidades, muchos solicitados en el sector servicios, en entretenimiento, en la industria de la hospitalidad, se han recuperado menos.

—¿Qué efectos puede tener la pandemia en términos político-electorales?

—En algunas partes del mundo ya estamos viendo que sí ha tenido efectos. En Estados Unidos, la pandemia jugó un papel importante en la elección presidencial. Si la administración de Trump hubiera hecho un mejor manejo de la pandemia quizá hubiera tenido un mejor resultado. Cuando ves el comportamiento de una parte del electorado, sí parece que generó un gran descontento el manejo de la pandemia y eso, combinado con los otros problemas en Estados Unidos, claramente tuvo algún impacto electoral.

En el contexto mexicano es muy importante tener en cuenta que el efecto en el corto plazo depende mucho de cuál sea la percepción que tiene la sociedad de lo que pasó: a quién le atribuyen la culpa, si se piensa que la pandemia es como una plaga que cayó del cielo… Entonces probablemente no veremos tales consecuencias políticas, porque no se le atribuye responsabilidad al gobierno. En México no sé qué tanto estamos observando esa dinámica. A mí me parece —viendo las encuestas— que el electorado mexicano no le está atribuyendo la pandemia ni de forma positiva ni de forma negativa ni a los gobiernos locales ni al federal. Y viendo las encuestas, parece como si el electorado estuviera atribuyendo la pandemia a algo que llegó, que no se podía evitar y no se podía hacer nada al respecto.

Esto me parece preocupante porque, más allá de los posibles efectos de la pandemia en asuntos electorales, nos estamos equivocando al juzgar este tipo de fenómenos, los estamos juzgando como “una plaga bíblica”, que llegó y que no se podía hacer nada y ya, cuando no es el caso. Si queremos aprender de esto —pandemias seguirán apareciendo mientras exista la humanidad—, deberíamos tratar esto justo como una situación con aciertos y errores para poder aprender de ello y evitar que las mismas tragedias se repitan.

—¿Salud o economía? ¿Cerrar o abrir? ¿Cuarentenas o que la vida pública siga?

—No están peleadas. La vida humana es la economía. Me parece que es una visión muy cortoplacista pensar que hay un trade-off entre las dos cosas, que si tomas medidas muy estrictas para salvar la vida de las personas estás sacrificando la economía o que si prefieres no sacrificar la economía, necesitas sacrificar a la gente. Esta es una visión muy equivocada, las dos cosas van de la mano. Si quieres salvar a la economía, tienes que salvar a las personas; si quieres salvar a las personas, hay que salvar a la economía.

Lo vemos muy claro en los datos. Angus Deaton, premio Nobel de Economía, publicó un trabajo a finales del año pasado donde encontró que los países que han tenido más mortalidad son los países cuyas sus economías sufrieron más; los países que lograron disminuir más el número de muertos son los países cuyas economías resistieron mejor en 2020. Para mí es muy obvio que sea así: en la medida en que tú puedas proteger la vida de las personas y sus medios de vida, si sabes que no deben salir a la calle y que tienes una población con mucha informalidad, tienes que encontrar la forma de proveerles de un ingreso para que realmente no tengan que salir. En la medida en que logras que las personas cumplan bien el estar en sus casas, el no salir durante los periodos críticos, disminuyes el número de personas que se enferman y disminuyes la capacidad de contagio, y logras que el periodo crítico de la enfermedad sea  más corto.

Pero hacer eso requiere que combines por un lado medidas estrictas del lado de salud pública, con medidas muy amplias en tema económico, que realmente inviertan en la sociedad, en protegerla y luego, cuando pasa lo peor y reabres la economía o empiezas a reactivar ciertos sectores, te recuperas más rápido. Es lo que se ha observado en los datos, pero es también lo que el sentido común dicta. Nadie está descubriendo el agua tibia con eso y ahí definitivamente se muestra que ese trade-off entre salud y economía no existe. Pensarlo en esos términos llevó a que muchos gobiernos del mundo tomaran decisiones equivocadas que al final les costaron en más vidas perdidas y en más daño económico.

Esta entrevista se publicó en El Economista el 22 de mayo de 2021.

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