Gif del video de autoconducción de un Tesla.
Gif del video de autoconducción de un Tesla.

Las automotrices japonesas Toyota y Honda se sumaron a la estadounidense General Motors en los paros parciales de sus líneas de producción en México debido a la escasez de microprocesadores (chips), un insumo esencial en el ensamblaje de los coches modernos. Un auto sin chips es una contradicción, es un cuerpo sin cerebro.

La escasez es resultado de un doble efecto de la pandemia: la caída de la demanda de autos durante los peores meses del confinamiento (las exportaciones de autos ligeros desde México sufrieron una caída de 20%) y el aceleramiento del consumo de aparatos electrónicos para la nueva normalidad educativa, profesional y de entretenimiento desde el hogar.

Era lógico: los fabricantes de chips enfocaron sus esfuerzos en surtir la demanda de una industria que sí mostraba vitalidad: la de teléfonos, computadoras, pantallas y relojes inteligentes.

Aunque a este cóctel pandémico hay que agregar dos factores más, que si no fueron determinantes en la decisión de los paros parciales de Toyota, Honda y GM, sí figuran en la lista de afectaciones: las consecuencias provocadas por las nevadas en Texas, que dislocaron el suministro de gas en ambos lados de la frontera, y la incapacidad de México para cubrir la demanda energética para la producción de la industria instalada en territorio nacional.

Febrero ya dio cuenta del tropezón de la industria automotriz mexicana: la producción de vehículos pesados se colocó en su nivel más bajo en tres años y la fabricación de autos ligeros tuvo un retroceso de 29%, debido a la escasez de gas natural y de chips.

El desabasto de chips obligará a recortar 1.1 millones de unidades de la producción global en 2021, de las cuales 264,186 corresponderán a México, Estados Unidos y Canadá (27%), alertó la Industria Nacional de Autopartes. El peor de los pronósticos se cumplió para la industria que provoca el mayor volumen de divisas en México, por encima de las remesas, la Inversión Extranjera Directa (IED) y las industrias agrolimentarias.

La consultora IHS Markit pronostica pérdidas por 61,000 millones de dólares para la industria automotriz global en 2021 por la falta de chips.

Los profesionales de la industria mexicana de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) lo advirtieron hace semanas: el desabasto de insumos electrónicos es el principal riesgo de 2021, por encima del retraso para la ejecución de nuevos proyectos o la caída en las ventas, principalmente de servicios.

El mercado global de la producción de chips se lo pelean Taiwán y Corea del Sur, para dejar en una segunda liga a Japón y China. Estados Unidos y los países europeos conforman una nueva chiquillada en la fabricación de un insumo básico de la economía digitalizada; en 30 años pasaron de ser los líderes, con 80% del mercado, a conformar un bloque disminuido con apenas 20% de participación, según datos de la consultora Boston Consulting Group.

Joe Biden, presidente de Estados Unidos, entiende el problema que esto significa para su industria y su soberanía tecnológica y por eso impulsa una inversión de 50,000 millones de dólares para que su país recupere el liderazgo en la producción de chips: quiere pasar del 12% actual a 14% de participación global en 10 años. Dos puntos porcentuales que lo mantendrán todavía muy lejos de los grandes líderes, pero algo es algo.

¿Y qué está haciendo el Gobierno de México al respecto? Seguramente, afilando los dardos envenenados que lanzará el presidente en su próxima conferencia mañanera.

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