Imagen tomada de la cuenta de Twitter de Donald Trump (@realDonaldTrump), publicada con motivo de la visita del presidente de Estados Unidos y su esposa, Melania, a China. A la izquierda de Trump se encuentran el presidente chino, Xi Jinping, y su esposa Peng Liyuan.

Usted compra un vehículo de lujo o compacto y al día siguiente se entera por los medios que ese fabricante ya no tendrá refacciones ni dará mantenimiento. Después del shock inicial, lo más probable es que usted busque desprenderse de ese auto lo más pronto posible y nunca más compre esa marca. Esa es la percepción de millones de usuarios de dispositivos Huawei, esa la intención del gobierno de Estados Unidos al incluir a dicho fabricante chino en la lista negra del Departamento de Comercio de la Unión Americana. Pero lo que no mata, fortalece.

El presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva que declara ¡emergencia nacional! asegurar y proteger de amenazas y adversarios extranjeros la cadena de suministros de servicios y tecnologías de la información y las comunicaciones. Reconozcamos en Trump su visión estratégica sobre las redes digitales para el futuro inmediato de la economía estadounidense y mundial. El Departamento de Justicia de Estados Unidos acusa a Huawei, “el mayor fabricante de equipos de telecomunicaciones”, de fraude bancario, electrónico y de relaciones comerciales con Irán.

Ahora la venta o transferencia de tecnología estadounidense a Huawei requiere una licencia emitida por la Oficina de Industria y Seguridad del Departamento de Comercio, es decir, los fabricantes y/o desarrolladores de tecnología de Estados Unidos no pueden proveer (por efecto de la orden ejecutiva) de equipos, soluciones o servicios tecnológicos al consorcio chino.

Google fue el primero en suspender la transferencia de software, hardware y servicios a Huawei. (Qualcomm, Intel y otras empresas y operadores se sumaron a la prohibición). Eso significa que futuros dispositivos del fabricante chino carecerán del sistema operativo Android, de populares aplicaciones de Google y sus actualizaciones.

Según el comunicado del Departamento de Justicia, “la investigación del gobierno está en curso”, es decir, todavía no existe una sentencia. Huawei también ha sido acusado por Estados Unidos de espiar para el gobierno chino vía las redes de telecomunicaciones, en supuesto acatamiento a la Ley de Seguridad del Estado de China, que obliga a las empresas e individuos de ese país a “brindar asistencia con el trabajo relacionado con la seguridad del Estado”.

Para esta segunda acusación, Estados Unidos no ha aportado ninguna evidencia de que realmente existan riesgos de ciberseguridad, puertas traseras o acciones de espionaje de Huawei a través de sus equipos a favor del régimen chino. Estados Unidos ha presionado a diversos países para que los futuros despliegues de redes 5G no contemplen hardware ni software del proveedor chino, “por razones de seguridad”. Sin pruebas, varias naciones se han plegado al mandato de Trump, pero otras como Alemania o Francia han resistido y han propuesto alternativas para “gestionar el riesgo de ciberseguridad”.

Según Counterpoint, a marzo de 2019, 17% de los smartphones en el mundo eran Huawei, una cifra sólo superada por Samsung (21%) y por encima de Apple (12%). Un año antes, la participación de mercado del fabricante chino era de 11% (y de 5% en el primer trimestre de 2015). Huawei se colocó como el fabricante de mayor y más rápido crecimiento y, por lo tanto, como una amenaza para sus competidores. En el mercado chino de teléfonos inteligentes, Huawei es el líder indiscutible con 29% (1T19). En Europa ocupa la segunda posición con 26% de cuota de mercado. En América Latina, Huawei disfruta del 13.2% de mercado, atrás de Samsung (36.6%) y Motorola (14.9%) (3T18).

Estas cifras revelan la inmensa desproporción de la decisión de Google de restringir su software y apps a Huawei. Una lectura inversa sugiere que la orden ejecutiva de Donald Trump no dimensiona los riesgos de seguridad de Huawei sino la talla y el poder colosal de empresas de Internet como Google. La medida busca excluir a Huawei y los usuarios de sus gadgets del ecosistema digital sustentado en sistemas operativos móviles. En el mejor de los casos, con Huawei nacerá un tercer sistema operativo (¿HongMeng OS?) detrás de Android y iOS de Apple, importante por la participación de mercado de Huawei pero no por su influencia ni arraigo social. Ahí está Tizen, el otro sistema operativo de Samsung que fracasó, pero que vislumbró el riesgo de dependencia ante Android.

La orden ejecutiva de Trump, sin pretenderlo, colocó los reflectores sobre Google como “dueño” del interruptor digital mundial, capaz de desconectar, apagar y expulsar a millones de usuarios de sistemas, aplicaciones y servicios, cuando de lo que se habla a nivel de políticas públicas es de inclusión digital. Estamos ante uno de los atentados al derecho de acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) más descomunales por su alcance global.

La filosofía de Huawei, tanto en dispositivos de consumo como en sistemas informáticos y redes de telecomunicaciones, se resume en una frase: “lo mismo pero más barato”. Esa estrategia comercial es resultado de una “economía de mercado socialista” o “socialismo con características chinas” que promueve el crecimiento acelerado. El Presidente de China, Xi Jinping, proclamó en 2013 el “Sueño Chino” y fijó como meta a corto plazo lograr que en 2021 la sociedad china viva al menos modestamente acomodada.

Los organismos internacionales, los gobiernos del mundo, los reguladores, las universidades y centros de investigación y las grandes empresas tecnológicas (sobre todo de un innovador y vanguardista Silicon Valley) no debieran permitir que el imperio tome decisiones y afecte la vida digital de millones de personas con efectos irreversibles, sin pruebas y sin sentencias firmes. Estados Unidos ya ha mentido previamente, por ejemplo, para justificar la segunda invasión de Irak en 2003, debido a supuestas armas de destrucción masiva que nunca llegaron a encontrarse ni su existencia quedó demostrada. ¿Usted le cree a Trump?

Las acusaciones contra Huawei debieran servir para implementar un marco de colaboración global que permita crear y compartir estándares de ciberseguridad para las futuras redes 5G. El gobierno chino ya ha demorado en suprimir ese fragmento de su Ley de Seguridad del Estado que obliga a colaborar con el régimen comunista: está afectando a sus propias empresas. Más adelante sabremos si este ataque mata o fortalece a Huawei, y si la guerra que ya empezó es entre países o entre territorios de Internet para crear un nuevo (des)orden digital.

Jorge Bravo es analista de medios y telecomunicaciones.

Twitter: @beltmondi

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