Imagen original de The Walt Disney Company, publicada en su sitio web al anunciar la adquisición de de Twenty-First Century Fox, Inc. por 52,400 millones de dólares en acciones.

El Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) no es competente para revisar la fusión de Disney y Fox, mucho menos para aprobarla, condicionarla o rechazarla. La razón es sencilla: ni Disney ni Fox son redes públicas de telecomunicaciones, tampoco tienen títulos de concesión, mucho menos explotan el espectro radioeléctrico. Tampoco son agentes económicos preponderantes y, por lo tanto, sus contenidos no entran dentro de la clasificación de “relevantes”, aunque sean premium o impliquen derechos deportivos. Aunque son empresas de medios, en México no participan del sector de la radiodifusión o las telecomunicaciones como concesionarios y, por lo tanto, la fusión se coloca en la cancha exclusiva de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece).

Una lectura de las atribuciones del IFT en la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (artículos 7, 8, 15) y en la Ley Federal de Competencia Económica (artículo 5) no permite extraer ninguna competencia para que el IFT acepte el caso. Así lo ha destacado el economista Ramiro Tovar en una colaboración para Mediatelecom.

El IFT puede hacer un gran trabajo en esta fusión si se declara incompetente y, por lo tanto, rechaza el expediente y se abstiene de conocer el fondo del asunto. Si el IFT acepta ser competente, la aceptación, su resolución aprobatoria, con condiciones o de rechazo sería ilegal. En todo caso, un tribunal especializado en materia de telecomunicaciones, radiodifusión y competencia económica tendría que pronunciarse respecto de a cuál regulador le compete la investigación.

Precisamente porque el IFT es la autoridad exclusiva en materia de competencia económica de los sectores de radiodifusión y telecomunicaciones, fue la Cofece la que ya investigó y aprobó esa fusión, por referirse a mercados muy distintos a los de redes, infraestructura o espectro. La competencia no quedó desprotegida. La Cofece es la autoridad a la cual hay que acercarle la lupa y discutir su resolución, no al IFT. Esa “papa caliente” llamada Disney-Fox ya se apagó en la Cofece. Si la agarra el IFT, además de una torpeza sería un acto ilegal.

¿Cuál es el fondo? La guerra del video y el streaming. La fusión de Disney con Fox (como la de Comcast con Sky Europa, antes la de AT&T con DirecTV y la de AT&T con Time Warner) obedece a la necesidad de esos gigantes de los medios y las telecomunicaciones de participar con éxito en el mercado de los servicios de video Over the top (OTT), las plataformas de video en streaming y el video por suscripción bajo demanda.

Es decir, las fusiones y consolidaciones son la respuesta tardía pero agresiva de Disney, Fox, Comcast, AT&T y muchos más de enfrentarse al fenómeno Netflix y el cambio dramático en los hábitos de consumo audiovisual de las audiencias y los usuarios. Éstos quieren consumir contenidos en cualquier momento, lugar y dispositivo. Esos gigantes tradicionales no han tenido la agilidad tecnológica, de negocios y la innovación suficientes para liderar la transformación digital y han sido rebasados por las empresas de Internet.

Esos medios y operadores del siglo XX saben de su letargo y que ya no pueden ser los líderes del streaming como lo es Netflix y, en segundo lugar, Prime Video de Amazon, porque en la economía de Internet el ganador se lleva todo, como lo demuestran Google, Facebook y Amazon en los mercados de búsqueda, publicidad en redes sociales y comercio electrónico.

Disney-Fox, Hulu, Comcast y AT&T-Time Warner aspiran a ser los competidores más cercanos de Netflix y Prime Video, y destacar en el consumo de video digital mediante banda ancha y en dispositivos móviles, porque los suscriptores empiezan a cortar el cable de la TV o suspenden la televisión satelital en Estados Unidos y los países desarrollados. Ahora, un usuario puede estar suscrito a uno o varios servicios de streaming (incluso si nunca tuvo TV de paga) si posee una suscripción de banda ancha o acceso a Internet. Esa es la oportunidad tardía para esos mastodontes de los medios y la telefonía que buscan competir contra Netflix y Amazon.

La convergencia de todos. La fusión Disney-Fox (y cualquier otra consolidación) no sería tema de discusión si los reguladores del mundo reconocieran la inevitabilidad de la convergencia de redes, plataformas, dispositivos y contenidos. La digitalización borró irreversiblemente las distinciones entre telecomunicaciones, radiodiodifusión e informática. Todos los servicios y contenidos se pueden ofrecer a través de cualquier red y equipo terminal a nivel global.

Si la convergencia fuera una realidad en México y en otros territorios, todos podrían generar valor a sus redes y servicios, todos explotarían todas las plataformas de distribución y acceso, todos podrían producir contenidos relevantes y premium, todos tendrían acceso a derechos deportivos, todos tendrían los mismos insumos, todos establecerían alianzas estratégicas, todos valorarían más la colaboracion que la integración, todos generarían ingresos adicionales, todos tendrían unidades de negocio diversas y todos competirían por todos los consumidores con los mejores contenidos, servicios, modelos de negocio y estrategias locales, regionales y globales.  

La ausencia de convergencia implica la búsqueda de barreras a la entrada, impedimentos a terceros, desplazamientos de otros agentes económicos y la invención de insumos esenciales. La competencia convergente pone en duda y modifica esos conceptos clásicos de la competencia económica. La disrupción digital invirtió los papeles: los pulpos mediáticos de la era industrial no saben cómo defenderse de las frenéticas plataformas de streaming de la era digital. El IFT sólo tiene una cosa que aceptar en la fusión Disney-Fox: la convergencia. Lo demás es lujo regulatorio en época de austeridad.

Jorge Bravo es analista de medios y telecomunicaciones.

Twitter: @beltmondi

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