Entrada a la estación Centro Médico, en el cruce de Tehuantepec y Baja California, en la colonia Roma Sur. Foto: Google Maps

Los hermanos Hernández Flores tuvieron suerte de recuperar muy rápido su libertad física: pasaron apenas dos días detenidos por el supuesto intento de secuestrar a una joven en la estación Centro Médico del metro capitalino. El secuestro se castiga en la Ciudad de México con 40 años de prisión por lo menos. La procuraduría capitalina resolvió que faltaban evidencias para procesar a estos hermanos y los dejó en libertad. 48 horas de detención son nada frente a la posibilidad de pasar medio siglo en la cárcel, como chivos expiatorios en plena psicosis por los presuntos secuestros de mujeres jóvenes en estaciones del metro capitalino.

La mala fortuna de los hermanos Hernández Flores será encontrar en internet sus nombres y sus rostros relacionados con un delito de alto impacto. Es una abolladura en su huella digital imposible de borrar, una violación a su derecho a la autodeterminación informativa que no puede resarcirse. Es un castigo que habrán de sufrir toda la vida.

Los hermanos Hernández Flores fueron detenidos la mañana del jueves 7 de febrero por la denuncia de una universitaria que aseguró que ellos habían intentado secuestrarla. El primer testimonio de la joven, documentado por la procuraduría, aseguraba que los hermanos la jalonearon en las escaleras del metro Centro Médico, en la colonia Roma Sur, con la intención de secuestrarla e incluso alardearon del “costo” de la víctima: 2,000 pesos. Los hermanos Hernández Flores son albañiles y vecinos de Ecatepec y Pantitlán; según su testimonio, cada mañana esperan a otros hermanos en esa estación del metro para acudir juntos a su centro de trabajo. Esta historia fue ratificada por familiares de los detenidos y comerciantes de la zona. La procuraduría —en Twitter— consideró que la joven faltó en sus declaraciones, que cayó en contradicciones sobre la presunta responsabilidad de estos hombres e incluso sobre el propio intento de secuestro. Los Hernández Flores recuperaron la libertad la tarde del sábado.

La cosa está caliente. En las recientes semanas se ha manifestado una ola de preocupación por la seguridad dentro y fuera de las instalaciones del metro de la Ciudad de México, en especial por presuntos secuestros y agresiones contra mujeres. La detención y liberación de los hermanos Hernández Flores ocurrió en plena crisis. Un mapa colaborativo en línea, actualizado mediante cuestionarios de Google Formularios y comentarios de Facebook, documentó 131 casos de violencia contra mujeres en las proximidades de las estaciones del metro sólo en el mes de enero. En la lista de los 100 municipios con más casos de presuntos feminicidios en 2018 se encuentran 11 de las 16 alcaldías de la Ciudad de México, con 38 casos. Entre 2008 y 2018 se reportaron 9,327 mujeres desaparecidas en el país, de acuerdo con el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas.

Digamos que los hermanos Hernández Flores son daños colaterales de este fenómeno social. Les tocó estar en el momento y el lugar equivocados. Y deberán enfrentar consecuencias funestas: sus nombres y sus rostros ahora están vinculados en internet con un secuestro que nunca ocurrió. Si no fueron chivos expiatorios para las autoridades ministeriales, sí lo fueron para algunos medios de comunicación, que lucraron mediáticamente y fuera de toda ética y proporción dieron por hecho el testimonio de la joven y publicaron los rostros de los hermanos Hernández Flores. (Utilizo aquí los apellidos de estos hermanos para contribuir a balancear su huella digital, el retrato informativo que puede construirse de cada persona a partir de información disponible en línea).

Este artículo originalmente se publicó en El Economista el 10 de febrero de 2019.

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