Luciano Concheiro en Coyoacán en octubre de 2016. Foto de Natalia Gaia para El Economista.

La aceleración del tiempo es uno de los fenómenos que distinguen la época contemporánea. Concebimos el tiempo de una manera acelerada, en la que muchas cosas se suceden y son pocas las que alcanzamos a procesar y reflexionar. La idea de Walter Benjamin de que “el hombre logró abreviar hasta la narrativa” y luego aniquilarla puede aplicarse al periodo de la aceleración incentivada por los modelos de producción y consumo capitalistas, de conexión permanente a Internet y de una exigencia para el retorno inmediato del capital. Para Luciano Concheiro (Ciudad de México, 1992), esta concepción contemporánea del tiempo es como una rueda de hámster, que “se mueve muy rápido pero no se desplaza”.

Luciano Concheiro, de 24 años, resultó finalista en la edición 2016 del prestigioso Premio Anagrama de Ensayo, que se entrega desde 1977 y que han ganado autores mexicanos como Juan García Ponce (1981), Carlos Monsiváis (2000) y Sergio González Rodríguez (2014). El ganador este año fue el filósofo español José Luis Pardo (Madrid, 1954), por el ensayo Estudios del malestar. Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas. “Para mí es un honor haber quedado finalista”, dijo Concheiro el jueves pasado, al afirmar que para él Pardo ha sido “un maestro” no sólo por sus reflexiones filosóficas “sino también por sus traducciones”. “Además, juegos chistosos de la vida, porque él a sus veintipocos también quedó finalista con su primer libro. Herralde [Jorge, editor y fundador de Anagrama] me acaba de escribir un mail ayer y me contaba eso”, dijo Concheiro, emocionado.

Su libro, Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante, se publicará en noviembre próximo bajo el sello de Anagrama y propone una huida de la aceleración, a partir de una “teoría práctica del instante”. “En la aceleración sucede mucho pero al mismo tiempo no sucede nada. Uno lee las notas del día, ve los escándalos políticos y en realidad todo sigue igual, es un gatopardismo extraño”, dijo Concheiro, quien en 2015 publicó, en coautoría con Ana Sofía Rodríguez, el libro de entrevistas El intelectual mexicano: una especie en extinción. A continuación reproduzco algunas respuestas que ofreció en entrevista el jueves pasado, un día después de que se dieron a conocer los resultados del premio, que tuvo como jurados a Salvador Clotas, Román Gubern, Xavier Rubert de Ventós, Fernando Savater, Vicente Verdú y el propio Herralde.

—¿Es el tiempo nuestro enemigo?

—Yo creo que sí y de hecho el libro empieza con una cita de Cioran que plantea eso. Yo como entiendo tiempo no es como una unidad física, ni siquiera como un aspecto neutral que pueda medir la realidad sin ninguna interferencia. No estoy cerca de los estudios muy importantes del tiempo, de los físicos, sino más bien de los sociólogos y de los historiadores del tiempo, de aquellos que entendemos el tiempo como una cuestión histórica.

No todas las civilizaciones, no toda las sociedades entienden y articulan el tiempo de la misma manera. Y el concepto de articulación es central porque lo que sí creo es que siempre existen los tres tiempos: pasado, presente y futuro. Lo que cambia es cómo se han ido articulando a lo largo de la historia. Las sociedades agrícolas —y aquí estoy haciendo grandes generalizaciones, pero me parece pertinente para responder tu pregunta— tenían una visión del tiempo cíclico, no había una idea de linealidad, de hechos irrepetibles, sino un ir y venir constante, por supuesto influenciado por la naturaleza que es cíclica. La menstruación es cíclica, las mareas, la luna, las estaciones, el crecimiento de todas las plantas. Y eso empapaba toda su visión del mundo.

Yo usé esa idea del tiempo, quizá habría que llamarlo visiones de tiempo, las cuales estudio, y a lo que creo que debemos combatir hoy es a la visión hegemónica del tiempo, y eso es uno de los argumentos principales de mi libro, es una visión del tiempo construida por el capitalismo, que lo que quiere es acelerar los ritmos de retorno del capital invertido con cada vez mayor velocidad para tener mayores ganancias. Y eso ha derivado en una aceleración de todos los aspectos de nuestra vida. A ese tipo de tiempo es al que yo creo que hay que declararle la guerra.

—¿Cómo es ese tiempo hegemónico?

—La imagen que utilizo para describirla es la rueda de un hámster. Es un tiempo acelerado, porque no es que solamente sea rápido, sino que cada vez va más rápido, por lo tanto es un tiempo en el cual el futuro es brumoso, no es claro porque suceden demasiadas cosas al unísono; el pasado deja de ser útil como en las sociedades agrícolas, en donde los sabios, los viejos eran aquellos que tenían el saber y con ese saber podías construir. Hoy en día el saber de hace 10 años no funciona, porque las innovaciones tecnológicas suceden a un ritmo demasiado pronto, acelerado, y hacen que lo que sabíamos hace 10 meses, 10 años, cinco años, deje de operar. Entonces es un tiempo centrado en el presente.

—¿Cómo distingues la imposición de esa percepción del tiempo?

—Habría que decir que esta aceleración tiene una al menos una historia de 200 años, comienza con la revolución industrial. En la primera sección del libro, que es todo un análisis de corte económico de la aceleración, explico y hago una pequeña historia desde la hiladora Jenny, de aquellos inventos que fueron lo que dieron pie a la Revolución Industrial, que si se analizan con cuidado no son otra cosa que inventos que buscan acelerar el tiempo. Si se trenzaban los hilos uno por uno, manualmente, las hiladoras mecánicas lo hacían por ocho. Eso significa una reducción del tiempo y, en última instancia, un aumento de la ganancia.

Detrás de todos los inventos, de todas las innovaciones tecnológicas, en realidad está este afán de ganancia, ese afán para que el capital que se invirtió regrese lo antes posible porque así se va a poder volver a invertir una mayor cantidad y va a volver a generar mayor ganancia. Todos los inventos están encaminados por este deseo capitalista y este afán de enriquecimiento. Es por supuesto la Revolución Industrial, pero luego viene el modelo fordista, el taylorismo, el modelo Toyota, el just in time, en realidad todos son tácticas económicas, tácticas de pensamiento económico y de ejecución y operación que están encaminados a la reducción del tiempo. Ha sido como una bola de nieve que ha ido aumentando y que ha llegado a un ciclo de autoaceleración, porque los inventos que se generaron para ello cada vez aceleran más y más. Si la locomotora comenzó en la Revolución Industrial, hoy tenemos el Shinkansen japonés que va a una velocidad infinita.

—Propones en tu ensayo una teoría práctica del instante. ¿En qué consiste?

—Para mí era muy importante no solamente hacer un diagnóstico y un análisis teórico, sociológico e histórico de nuestra realidad actual, sino también proponer una salida. Es un libro de teoría crítica, porque no aspira simplemente a entender el mundo, sino también a transformarlo. El libro tiene dos grandes momentos para mí: un primer momento que hago este análisis sobre la aceleración del mundo contemporáneo, en la economía, en la política, en las subjetividades, y luego una parte que arriesga una propuesta, una propuesta que es una filosofía práctica, una filosofía de la vida que busca escapar de este tiempo acelerado.

Lo que yo propongo que instauremos un nuevo tiempo, que vivamos, que experimentemos un tiempo distinto al de la aceleración, que construyamos una nueva visión del tiempo. Lo que propongo es la visión del instante, entendiendo el instante como un momento fuera del tiempo, un momento de suspensión del tiempo. Puede sonar un poco esotérico esta idea pero en realidad es algo que estoy seguro que todos hemos vivido y eso es muy importante en esta filosofía práctica que propongo, es una filosofía práctica, es una filosofía terrenal, no es algo excepcional, sino todo lo contrario, es algo que está en las acciones minúsculas, en las acciones cotidianas.

—¿Te refieres a desarrollar una capacidad para disfrutar los momentos?

—No del disfrute, en algún lugar discuto por qué no, por ejemplo, el instante YOLO famoso, el You Only Live Once (sólo se vive una vez), porque ese disfrute ha sido ya apropiado por el capitalismo. Te dicen: disfruta, vive al extremo, vive en el momento, ¿y qué quieren decir? Tarjetea, disfruta, no pienses en el mañana, endéudate, fiestea, consume. El instante es una experiencia más ligada a lo místico. No es el carpe diem capitalista, es más bien un momento de encuentro con lo radicalmente otro, con los otros, un momento de presencia pura. Por eso insisto que tiene que ver más con lo místico, porque es un momento en el que literalmente sales del flujo temporal y no supiste qué pasó, no supiste cuándo avanzó el tiempo, por eso siempre está ligado a prácticas, no es algo que simplemente lo estés viviendo, sino que estás haciendo algo y te saca del tiempo, te expulsa.

Es una filosofía práctica, una resistencia pesimista, porque lo que propone no es lo que propusieron todos los filósofos políticos de la modernidad, que era la transformación de la realidad de golpe. Desde la Revolución francesa hasta la Revolución rusa, lo que se quiso fue transformar de tajo la realidad. Yo propongo más bien un escape, escondernos. Poner en práctica algo que los niños saben hacer muy bien: cuando no le vas a poder ganar a golpes al de enfrente porque es más fuerte que tú, más bien corre, huye.

Yo como entiendo el instante es como un umbral, como una bisagra. La experiencia del instante, emanada de esta filosofía práctica del instante, espero que funcione como un umbral entre un momento y otro, como un intersticio entre este mundo y el que vendrá. No es la propuesta del siguiente mundo, no es una respuesta utópica, es una propuesta crítica que espera escapar y con el escape espera que se pueda regresar la confianza y la esperanza. Porque eso es uno de los aspectos esenciales de esta visión del tiempo acelerada, de la rueda de hámster, que es que estamos desesperanzados. Yo creo que para la gente de mi edad, y en el caso del mexicano es aún más claro, el futuro no es claro, no creemos que vaya a ser para mejor, no creemos que vaya a mejorar, si acaso creemos que va a empeorar. Entonces, ¿cómo se construye una nueva sociedad, cómo se actúa políticamente, cuando no hay perspectiva de futuro? Nuestros padres o las generaciones anteriores todavía creían en esto. Es México, pero es el mundo, desde el nazismo, desde Chernobyl, desde la caída de la URSS y del muro de Berlín, de la pérdida de las grandes utopías. En este sentido es por lo cual lo veo como un umbral, no un vestíbulo, para lo que vendrá que no sé qué.

—¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en esta percepción del tiempo? Tengo la impresión de que los ves como parte indispensable para la imposición de este tiempo hegemónico. Pero no quiero ponerte palabras en la boca.

—Claro. No hay que hacer generalización. Y esto como gran disclaimer: yo hago teoría y en tanto hago teoría propongo categorías analiticas que no siempre responden a la realidad, y hay que ver hasta dónde y eso será donde se muestra la valía de mis teorías y de los conceptos y categorías analíticas que propongo, hasta dónde dan empíricamente, pero digamos, sí, efectivamente, para mí los grandes medios de comunicación hoy en día operan bajo esta lógica, porque son grandes negocios y no hay que dejar de decir que sin olvido no hay nota, es decir, si no se olvida la primera plana de ayer la primera plana de hoy no tiene sentido. Lo que los medios impresos ya hacían es la búsqueda de una renovación constante de la memoria, ningún medio que mantenga una nota un mes se puede mantener a pie. Los hay y hay quienes siguen, y hay periodismo de investigación y un movimiento como el de slow journalism, pero en términos generales seis meses es imposible mantener una nota en primera plana. Eso en los los impresos. En lo digital es todavía más abrupto.

Twitter podría ser una metáfora de cómo funciona hoy el tiempo, sucediéndose constantemente, desplazando la información, cada vez más rápido, y si no tienes una presencia constante desapareces, no estás. Y no es solamente eso: si no estás generando notas y atrapando constantemente a tus lectores frente a la competencia mueres. Lo que tienes que hacer es producir más y más y más a una velocidad cada vez más creciente. ¿Eso a qué lleva? A un tiempo acelerado, a una amnesia colectiva, le llaman los estudiosos el efecto Google. Si bien el internet es el mayor repositorio de información en el mundo, también nos ha llevado al olvido porque creemos que siempre podemos acceder a él y no solamente a eso, hay tal cantidad de información que nos impide procesarla. Los medios de comunicación son parte de esto. Los analizo en mi libro junto a la política, porque los políticos hoy en día dependen de los medios y dependen de esta lógica acelerada de los medios de comunicación, la cual si no están todo el tiempo produciendo imagen pública para el consumo están muertos. Hoy cualquier político sabe que sin medios no puede hacer nada.

—Justo en época de aceleración, cuando la experiencia parece no importar, cuando los saberes se renuevan de manera constante, llego a tu edad: escribiste un libro de filosofía a los 24 años, ¿es parte eso del fenómeno de aceleración?

—¡No! Creo que es parte, por supuesto, pero también es parte de una búsqueda personal de escapar de esta aceleración. Es un libro de mucha autorreflexión pero también de búsqueda de salidas para mí y mi generación, es decir, de cómo escapar de esta cosa que nos está destruyendo. Yo esa idea del pensador neutral, del pensador desde la torre de marfil no la compro. Toda teoría, todo pensamiento está empapado, como dice Nietzsche, de cuestiones personales. Entonces mucho es esto que a mí también me está destruyendo, como creo que nos está destruyendo a muchos, está destruyendo al país, está destruyendo al mundo. ¿Cómo lo cambiamos? Es una cosa no del pensador que habla desde una torre de cristal, sino de alguien que está metido en este fango y pensando en colectivo en cómo salir. Y pienso en colectivo porque no es un libro inspirado o construido desde el yo más profundo, es un libro en el cual yo abrevo de un montón de lecturas, de un montón de autores que lo siento están bajo la misma corriente y los pongo a dialogar conmigo, los pongo a dialogar entre sí, es un gran pastiche de ideas, de construcción de una voz colectiva.

Una versión más corta de esta entrevista se publicó en El Economista el 2 de octubre de 2016.

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