A day in the beach, by bbrunomoraes.

El empresario mexicano Carlos Slim Helú, protagonista permanente en las listas de multimillonarios internacionales, lleva una campaña desde hace un par de años para reducir la semana laboral a tres días, aumentar las horas de trabajo en cada jornada y obligar la jubilación de los empleados a los 75 años. En agosto pasado, el magnate de las telecomunicaciones le dijo a la agencia Bloomberg: «En lugar de trabajar cinco días, por 35 horas, trabajemos sólo tres días y hagamos espacio a otros para el trabajo». Para Slim, el tiempo no laborable puede utilizarse para el entrenamiento para la productividad. «Si quieres trabajar más, entonces trabaja más. Puedes tener dos trabajos: uno de lunes a miércoles y otro de jueves a sábado. Es una opción. Otra es trabajar tres días y capacitarte en algo los otros días para conseguir un mejor trabajo».

Hace 130 años, el marxista francés Paul Lafargue propuso una idea similar, con un mayor sentido de libertad que el sugerido por Slim. En su clásico El derecho a la pereza, el filósofo propuso reducir los días y las jornadas de trabajo, para que las personas dedicaran el tiempo al ocio y el descanso, a no hacer nada. Jesucristo, recuerda Lafargue, hizo una prédica de la pereza en el Sermón de la Montaña, «Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos» (Mateo, 5, 13-16). El marxista utilizó esta cita para argumentar su punto: «Estas miserias individuales y sociales, por grandes e innumerables que sean, por eternas que parezcan, desaparecerán como las hienas y los chacales ante la proximidad del león».

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Lafargue —esposo de la segunda hija de Marx y Jenny von Westphalen, Laura— recupera la experiencia británica de mediados del siglo XIX sobre la reducción de las horas de trabajo y la multiplicación de los días de pago y los feriados que —dijo— contribuyeron a aumentar un tercio la producción inglesa. «La máquina es la redentora de la humanidad, el Dios que liberará al hombre de las sordidae artes y del trabajo asalariado, el Dios que le dará el ocio y la libertad», escribió. Siguiendo a Lafargue, la penetración de las máquinas en la producción y los servicios, permitirá eficientar los procesos productivos y de generación de riqueza, para permitir a las personas liberarse de la carga del trabajo.

Los suizos acudieron en junio de 2016 a un referéndum sobre la llamada «renta básica», una renta fija de 2,500 francos suizos (2,260 euros) y 625 francos (565 euros) por cada hijo, con la que se eliminaría el resto del gasto social. En México, para poner un caso, existen 5,900 programas sociales (233 federales, 3,788 estatales y 1,883 municipales), con un presupuesto que ronda los 50,000 millones de dólares (1 billón de pesos con la cotización 1=20), de acuerdo con el periodista Luis Miguel González. Los suizos votaron por el «No» a la aplicación (76.9% del 46% de la participación registrada) por temor a la forma de financiación que tendría la medida, promovida por académicos y empresarios.

La idea no está lejos del ideal de Lafargue. También el filósofo Fernando Savater ha sugerido algo en el mismo sentido para acabar con la pobreza y potenciar la posibilidad de las personas de ejercer plenamente la ciudadanía; si no se tienen cumplidas necesidades básicas, como alimentación y vestido, no puede ejercerse la ciudadanía y, en consecuencia, se menoscaba la democracia. «Los obreros no pueden comprender que al fatigarse trabajando, agotan sus fuerzas y las de sus hijos; que, consumidos, llegan antes de tiempo a ser incapaces de todo trabajo; que absorbidos, embrutecidos por un solo vicio, no son más hombres, sino pedazos de hombres; que matan en ellos todas las facultades bellas para no dejar en pie, lujuriosa, más que la locura furibunda del trabajo», escribió Lafargue en 1880.

Se agradece escuchar la propuesta de Slim, con una influencia indiscutible en el mundo de los negocios, y se agradece también el debate que plantea la renta básica de Suiza. También se agradece la lucidez de Lafargue expuesta hace 130 años.

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